El cambio tecnológico, el mercado de trabajo y las profesiones.
Para abrirse camino en el mercado laboral no queda más remedio que reciclarse en lo que ya se denomina la Cuarta Revolución Industrial, una transformación sin precedentes que se está produciendo a velocidad de vértigo. En este escenario ya hay estudios que pronostican los nuevos empleos que se generarán, y algunos incluso todavía no existen. Pero hablar de Internet, robotización, inteligencia artificial o Big Data también enciende siempre las alarmas por la destrucción de puestos de trabajo que puede suponer.
Sin embargo, diferentes expertos consideran que no hay que preocuparse, porque la revolución tecnológica no causará grandes estragos en el empleo, sino que obligará a «un cambio en la gran mayoría de las ocupaciones, lo que exigirá la redefinición de los puestos de trabajo y de los procesos de negocio.Además, se precisará adquirir nuevas
Pero la Cuarta Revolución Industrial también tiene su cara amarga. Un grupo de investigadores del Foro Económico Mundial, que tuvo lugar el pasado mes de enero en la localidad suiza de Davos, elaboró un informe descorazonador: se perderán 7,1 millones de puestos de trabajo en los países más desarrollados del mundo a causa de los cambios tecnológicos. Afectará más a aquellos relacionados con labores administrativas y de oficina, manufacturas, cadenas de montaje... En contrapartida, aparecerán dos millones de empleos para especialidades como informática, matemáticas e ingeniería.
La amplitud y profundidad de estas transformaciones culturales, sociales y económicas es de tal dimensión que, aunque es demasiado pronto como para certificarlo, los expertos consideran que estamos entrando en una nueva era postindustrial donde el conocimiento y la información serán más relevantes que la fuerza física, la capacidad productiva y, quizás, el propio capital. La aparición de nuevas necesidades sociales, la globalización de las relaciones económicas, la creación de un mercado único de capitales, mercancías y profesionales y la entrada de lleno en la sociedad de la información son los cuatro grandes retos que los tenemos encima de la mesa. Cuatro grandes retos con gran repercusión en la cantidad y calidad del empleo que se puede generar o destruir en los próximos años. Facilitar la creación de una economía social que, mediante el estímulo de la oferta y la demanda, resuelva las necesidades sociales de los sectores más débiles y generar desde los gobiernos demanda ante los nuevos retos de la economía sostenible.
Si se vuelve la mirada al mercado laboral, se observan cambios en la estructura y en el volumen de la fuerza de trabajo. El sector industrial evidencia, a lo largo de los años, una pérdida relativa de su capacidad de empleo; esta tendencia parece irreversible, ya que, pese al incremento en la producción, la proporción de personas empleadas en la industria manufacturera ha disminuido. El sector servicios y el sector informal tienen una proporción significativa de la fuerza del trabajo. Cambian también la jerarquía y la naturaleza de las calificaciones; la inserción laboral de las personas de baja
calificación se hace difícil; cada vez se exigen mayores niveles educativos y mejores calificaciones para acceder a trabajos cualificados (basta recorrer los avisos clasificados de los diarios para observar estos cambios).
Dos características a tener en cuenta pueden desprenderse de lo anteriormente presentado: una es que los trabajadores que quieran y puedan desempeñar ocupaciones calificadas, entendiendo por tales aquellas que permiten realizar aprendizajes significativos y desarrollar trayectorias ocupacionales no precarias, tienen que tener niveles aceptables de competencia laboral. Esta implica una educación general que garantice el buen desempeño de las habilidades básicas de lecto escritura y matemática aplicada, y, en general, las competencias de empleabilidad necesarias para competir en un mercado de trabajo moderno.
La segunda característica es la capacidad de aprendizaje y de recalificación a través de una formación permanente, respondiendo a los cambios del mercado de trabajo, a la creación y destrucción de nichos ocupacionales, y a la innovación tecnológica. Todo ello hace que no se pueda hablar de una secuencia formación-empleo hecha una vez en la vida y luego una inserción estable y continuada en una ocupación sólo complementada con aprendizaje en el trabajo, tal como se planteaba en alguna concepción antigua de aprendizaje de oficios.