Libni
Vijai
Valeria
Mariana
Ángeles
La permanencia se puede ver en dos sentidos: como
regularidades de los fenómenos sociales y de
los políticos en particular; y como la continuidad que alcanzan ciertas
instituciones, y el patrimonio tanto
cultural como el natural. Como parte del patrimonio cultural puede
mencionarse a la costumbre, que se
refiere a maneras de actuar social permanente, al menos por un tiempo histórico más o menos prolongado, pero no por
siempre. Los valores producidos en una sociedad
favorecen la continuidad del statu quo o de lo establecido.
La tradición, que de acuerdo con Anthony Giddens es un
concepto moderno de no más de doscientos
cincuenta años de antigüedad, por ejemplo, es utilizada para mantener el orden
social establecido, o se ha implantado para generar una diferenciación social
que luego hay que mantener.
Los roles correspondientes a los actores de cada tipo de familia,
a través del tiempo, permanecen y cambian en los diferentes periodos históricos
de larga duración, pero también a través de, o trascendiendo, dichos periodos.
Durante largo tiempo, por ejemplo, la mujer de una familia cumplió el rol de
reproductora de la especie como algo natural. Ahora, ese rol puede tener un carácter
cultural y menos natural, por lo cual ella puede decidir no ser reproductora de
la especie, sin dejar de ejercer su sexualidad.
Existen dos enfoques teóricos fundamentales acerca del conflicto,
factor de cambio, el estructural-funcionalista y el marxista. El primero
antepone la cooperación y el consenso ante el conflicto; el segundo considera
determinante y promueve la lucha de clases o sea el conflicto, al cual en los
hechos lo encuentra motor de las grandes transformaciones históricas. La
crítica y la denuncia constantes del orden social establecido constituyen el
recurso ideológico-político, para promover el cambio social. Dentro del enfoque
estructural-funcionalista existen las posiciones críticas, pero más que transformaciones
radicales como lo proponen los marxistas, ofrecen soluciones moderadas o reformas.
En última instancia conciben al conflicto como algo anormal, ya que parten de
que la estructura social opera principalmente por los elementos funcionales y
cooperadores. Los cambios que se generan a través del tiempo, los conciben como
cíclicos y espontáneos, a la vez que limitados por la estructura social, la
cual los ha permitido para lograr algunas adecuaciones o ajustes pero nunca
transformaciones .Ha sido lo que podríamos denominar la escuela europea, la que
frente al historicismo estadounidense, ha mantenido su mirada puesta en
situaciones de cambio, transformación y permanencia. Desde Comte (orden y
progreso) hasta Marx (lucha de clases), de Durkheim (tipos de solidaridad) a
Spencer (evolucionismo), desde Weber (distribución del poder) hasta Simmel (tratamiento
explícito del conflicto), y otros europeos, encontramos a los más proclives a reconocer
el cambio, y alguno a promoverlo insistentemente. El enfoque marxista que como
se dijo privilegia al conflicto por encima del orden social establecido, y lo
concibe como motor de las transformaciones históricas propugna por la Revolución
la cual sería la realización de un cambio social rápido, profundo y violento de
las estructuras sociales e instituciones políticas de una sociedad, con el fin
de llevar al cabo, desde el poder, la transformación de las relaciones sociales
de producción mediante la socialización de los medios de producción y la
dirección económica de los trabajadores buscando acabar así con la división del
trabajo en manual e intelectual.
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